En su libro Todo buen esfuerzo: Conectar tu trabajo con la obra de Dios, el pastor Tim Keller escribe:
El trabajo es una necesidad humana tan básica como la comida, la belleza, el descanso, la amistad, la oración y la sexualidad; no es simplemente medicina, sino alimento para nuestra alma. Sin un trabajo significativo, sentimos una pérdida interior y un vacío importantes.
Desde el principio, Dios estableció el trabajo como parte natural de nuestro ritmo de vida como seres humanos. Incluso dentro de los Diez Mandamientos, Dios reitera el valor del trabajo cuando afirma:
Seis días trabajarás y harás todo tu trabajo…(Éxodo 20:9 NVI)
El trabajo siempre ha sido un componente clave de nuestras vidas.
Y para Dios, el trabajo es adoración. Es sagrado. Es sagrado.
El trabajo no es una carga que soportar, sino un don que abrazar.
Dios colocó a Adán en el Jardín del Edén para “trabajarlo y cuidarlo” (Génesis 2:15 NVI). Y Dios también nos creó con la responsabilidad de trabajar el jardín que tenemos ante nosotros.
Ya sea como enfermero, dentista, mecánico o profesor.
Dios nos ha colocado a todos dentro de un jardín. Y pretende que cuidemos de ese jardín.
Porque el trabajo es un mandato para el pueblo de Dios. Es una forma de crear y producir y de asociarse con Dios para establecer Su Reino en la tierra.
Como escribe John Mark Comer en su libro Ciudad Jardín: Trabajo, Descanso y el Arte de Ser Humano:
El trabajo no es un mal necesario, sino que forma parte de lo que significa ser humano. Es la forma en que nos asociamos con Dios en la renovación de todas las cosas.
El trabajo es un espacio sagrado donde colaboramos con Dios. Un lugar donde el Cielo toca la Tierra.
Pero la forma en que Dios ve el trabajo no es la misma que nuestra cultura tiende a ver.
Dos formas en que nuestra cultura ve el trabajo
El mundo en que vivimos influye en nuestra visión del trabajo y la vocación.
Y, lamentablemente, la visión que nuestra cultura tiene del trabajo suele ser contraria a los caminos y enseñanzas de Jesús. Dos de las principales formas en que nuestra cultura ve el trabajo son como una carga que hay que soportar y como un vehículo para el logro y la acumulación.
Echemos un vistazo a cada uno de ellos:
El trabajo como carga que soportar
Este punto de vista prevalece entre las personas del mundo occidental, marcado por un intenso deseo de llegar a la jubilación.
El proceso de pensamiento general con esta visión del trabajo es que el trabajo es una carga que hay que soportar en el camino hacia la libertad. La libertad es no tener necesidad de trabajar y poder hacer lo que quieras.
Desde este punto de vista, el trabajo no es un acto sagrado, sino un peso del que hay que desprenderse lo antes posible.
El trabajo es un mal necesario, pero es un medio para alcanzar un fin.
Y ese fin es liberarse de ella.
El trabajo como vehículo de realización y acumulación
En este marco, el trabajo es ante todo un vehículo para lograr y acumular.
Cumplir sueños, deseos y agendas.
Acumular riqueza y posesiones.
Con este punto de vista, el trabajo es una forma de conseguir lo que deseas en última instancia. Es un vehículo para nuestros deseos, más que para la adoración.
Y aunque la riqueza o las posesiones no son necesariamente malas, no son el objetivo principal del trabajo según las Escrituras.
Cinco maneras de entender tu trabajo como seguidor de Jesús
Dado que nuestra visión del trabajo suele estar formada por la cultura que nos rodea, necesitamos ser transformados mediante la renovación de nuestra mente. Necesitamos que nuestros marcos de referencia estén alineados con el marco de Dios para la vida, el trabajo y nuestra vocación como Su pueblo.
He aquí cinco maneras de entender nuestro trabajo y nuestra vocación como seguidores de Jesús:
El trabajo como culto
El trabajo no consiste sólo en ganar un sueldo.
Es una oportunidad para adorar. Cuando enfocamos nuestro trabajo diario como algo sagrado y santo para Dios, incluso el trabajo más mundano se convierte en sagrado, y nuestros corazones encuentran descanso en el acto de hacerlo para Él.
El trabajo como finalidad
El trabajo como seguidor de Jesús no consiste en subir escaleras, alcanzar el éxito o acumular riquezas.
Se trata de asociarse con Dios para poner orden en el caos, belleza en los lugares rotos y establecer Su Reino en la tierra.
El trabajo como Imago Dei
Nuestro Dios trabaja.
Sueña y diseña. Forma y modela. Y nos creó como portadores de Su imagen. Los que le representaríamos a Él y a Su corazón, concretamente a través del trabajo que realizamos en el mundo.
El trabajo como servicio a los demás
Nuestro trabajo es una de las formas más tangibles de amar y servir a nuestro prójimo.
Tanto si arreglas el coche de alguien como si enseñas a sus hijos, tu trabajo es una oportunidad de servir y bendecir a los demás de forma que refleje el corazón de Dios por ellos.
El trabajo como redención por Cristo
Los efectos del pecado pueden hacer que el trabajo se sienta frustrante y roto.
Pero en Cristo, nuestro trabajo es redimido. Es santificado. Pasa de ser una carga a ser una bendición. No es sólo un medio para acumular riqueza, sino un acto de adoración.
A lo largo de toda la Escritura, vemos la verdad de que el trabajo es bueno. Es sagrado. Es una forma de contribuir a los demás y de asociarse con Jesús en la obra de restaurar todas las cosas.
Y es cuando vemos el trabajo a través de los ojos de Jesús cuando podemos asociarnos más fielmente con Él.
Tal y como lo plantea John Mark Comer en Ciudad Jardín: Trabajo, Descanso y el Arte de Ser Humano:
La historia bíblica del trabajo es ésta: El trabajo estaba ahí al principio, y estará ahí al final. Forma parte del diseño de Dios para la humanidad, no es algo de lo que escapar, sino algo que abrazar y transformar para Su gloria.
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