Jesús como Segundo Adán

Pues puesto que la muerte vino por medio de un hombre, la resurrección de los muertos viene también por medio de un hombre. Pues así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos serán vivificados. (1 Corintios 15:21-22 NVI)

La historia de la humanidad comienza con la historia de Adán. Adán, creado por Dios en el principio, fue el primer ser humano modelado por Dios. El creado para ser imagen de Dios y caminar con Dios. El formado para cuidar el Jardín del Edén y expandir el jardín por el resto del mundo. Adán iba a ser el primogénito de una creación santa. Pero la historia no acabó así. Lo que debía ser una unión santa entre Dios y el hombre se convirtió en una separación total. La imagen de Dios se fracturó dentro de toda la humanidad. En lugar de ser el primogénito de un pueblo santo, Adán se convirtió en el primogénito de una humanidad moribunda. Y las repercusiones de sus elecciones aún se dejan sentir hoy en día.

El Primer Adán

Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. (Romanos 5:12 NVI)

El primer Adán puede caracterizarse con dos palabras: muerte y desobediencia.

A causa de la desobediencia de Adán, el pecado entró en la creación.

Como el pecado entró en la creación, la muerte se convirtió en el destino de todo ser humano.

El hombre era más que el primer portador de la imagen; era la cabeza de la raza humana. Dada esta jefatura, su responsabilidad conllevaba la posibilidad de consecuencias profundamente devastadoras. Si Adán fue enviado fuera del Edén, nosotros también fuimos enviados en él. Cuando Adán actuó, lo hizo en nuestro lugar. El impacto de su decisión, por tanto, fue de gran alcance y continuo. Cuando Adán tomó y comió, nosotros estábamos en él tomando y comiendo. Su problema se convirtió en nuestro problema; su caída, en nuestra caída.1

En el primer Adán, fuimos separados de Dios. El pecado de Adán se convirtió en nuestro pecado, creando el gran abismo que existe entre todo ser humano y el Dios que le ama. Y este problema continuó a lo largo de la historia, desde Adán y Eva y sus hijos, hasta Noé, Abraham y David. El pecado, la desobediencia y la muerte siguieron asolando a la humanidad en todo momento. Aunque se instituyó un sistema de sacrificios para cubrir los pecados durante un tiempo, seguía sin poder acabar con el pecado ni reparar por completo la brecha que existía entre el Creador y lo creado. Pero al igual que el pecado entró en el mundo a través del primer Adán, la salvación y la curación entraron a través del Segundo Adán.

El Segundo Adán

Jesús invierte la rebelión provocada por Adán en el Jardín del Edén. Mientras que la desobediencia de Adán trajo la muerte, la obediencia de Jesús trajo la vida. Lo que se perdió con Adán se redimió con Jesús. Ahora, en Cristo, la humanidad tiene una puerta abierta a la redención, la relación y la vida eterna. Como escribe Pablo en su carta a la Iglesia de Corinto

Así está escrito: “El primer hombre Adán se convirtió en un ser vivo;” el último Adán, en un espíritu vivificante. Lo espiritual no vino primero, sino lo natural, y después lo espiritual. El primer hombre era del polvo de la tierra; el segundo hombre es del cielo. Como era el hombre terrenal, así son los que son de la tierra; y como es el hombre celestial, así son también los que son del cielo. Y así como hemos llevado la imagen del hombre terrenal, así llevaremos la imagen del hombre celestial. (1 Corintios 15:45-49 NVI)

Jesús es el Segundo Adán. El primer Adán relegó la separación de Dios. El último Adán restauró la relación con Dios. Jesús, como segundo y último Adán, nos da acceso a caminar en una relación correcta con el Dios que nos ama, nos ve y nos conoce. Ahora, cualquiera que esté en Cristo, es perdonado, sanado y restaurado de nuevo a Dios. Esta increíble redención es posible gracias a Su sacrificio en la cruz, una profunda verdad explorada en Por qué murió Jesús por nosotros.

En Cristo

Escribe el profesor Mitchell L. Chase:

La unión con Cristo significa que ya no estamos en Adán. Ahora estamos en Cristo por la fe. Con las manos abiertas por la fe, hemos recibido la bondadosa provisión de rescate de Dios en su Hijo. Toda la vida del discípulo es fruto de esta nueva e inseparable unión. Hemos sido crucificados con Cristo y resucitados con Cristo. Adán era “un tipo del que había de venir” (Rom. 5:14), pero sus actos correspondientes son contrastes. Adán quebrantó la ley de Dios, mientras que Cristo guardó la ley de Dios. Y el nuevo pacto que Cristo estableció es un pacto que no puede ser socavado, corrompido ni anulado. La vida en el nuevo pacto es la vida en Cristo, y la vida en Cristo significa que el árbol de la vida es nuestro para siempre.

En Jesús se restablece nuestra relación con Dios.

Todo lo que estaba perdido se encuentra ahora en Él.

Como escribe Alyssa Roat

Adán era el mascarón de proa de la humanidad rota; Jesús es ahora la Cabeza de la Iglesia redimida.

Adán era el mascarón de proa de la humanidad rota;

Jesús es ahora la Cabeza de la Iglesia redimida.

En Jesús, nuestros pecados son perdonados, y nuestra vergüenza se transforma en alegría.

Esta verdad es la razón por la que el fundamento de nuestras vidas como seguidores de Jesús es permanecer. Es lo que Jesús nos enseñó a hacer en Juan 15, establecer nuestro hogar en Él.

Estar en unión con Cristo es estar en unión con el Último Adán.

Es salir de debajo del peso del pecado y de la muerte.

Es para entrar en “la vida que es verdaderamente vida” de la que hablan los escritores del Nuevo Testamento.

En y por Jesús, conseguimos vivir libres.

Libre del pecado y de la vergüenza. Libre de la muerte y la condena. Libre de la desesperación y la miseria.

Lo que se hizo añicos con el primer Adán se recompone en el Último Adán.

Como lo resume el apóstol Pablo:

Por tanto, si alguien está en Cristo, ha llegado la nueva creación: Lo viejo se ha ido, lo nuevo está aquí. (1 Corintios 5:17 NVI)

Más información sobre Jesús como Segundo Adán

Jesús como Segundo Adán tiene importantes implicaciones para nosotros como seguidores de Jesús.

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