
Todos tenemos una visión del mundo.
Todos vemos el mundo que nos rodea de una manera determinada.
Y esta visión del mundo influye en todas las facetas de nuestra vida. Desde el trabajo que hacemos hasta la forma en que hablamos a las familias que dirigimos, nuestra visión del mundo afecta a todos los ámbitos de nuestra vida.
En su libro El cielo es un lugar en la Tierra, Michael E. Wittmer escribe:
Una visión del mundo es un marco de conceptos fundamentales de creencias sobre el mundo. En pocas palabras, una visión del mundo comprende la lente a través de la cual vemos el mundo.
En el fondo, una visión del mundo es una forma de ver.
Es una forma de mirar el mundo que nos rodea.
Y nuestra visión del mundo no sólo nos proporciona una lente para ver el mundo. Nos proporciona respuestas a las preguntas más profundas de la vida.
Y una de las visiones del mundo predominantes hoy en día es el secularismo.

¿Qué es el laicismo?
Oxford Languages define el laicismo como “el principio de separación entre el Estado y las instituciones religiosas”.
El laicismo es la separación intencionada y decidida de cualquier conjunto de valores religiosos. Y cuando se trata de una nación, es una forma de gobernar dentro de una sociedad pluralista.
El biólogo evolucionista Richard Dawkins afirma que el laicismo es:
…no se trata de decir categóricamente que los religiosos no pueden hablar en público ni tener voz en la vida pública. Se trata de decir que la religión por sí sola no debe conferir una voz privilegiada en la vida pública, ni una mayor influencia en ella.
Dentro de la cosmovisión laicista, no existe una religión “privilegiada” que proporcione el fundamento para las cuestiones más profundas de la vida. No hay una fe específica que presida sobre otra. No hay una espiritualidad que suplante a la ciencia o a la biología.
El laicismo intenta dar cabida a todas las visiones del mundo, sistemas de creencias y marcos de referencia.
Es pluralista por naturaleza, pues no quiere que ninguna cosmovisión específica prevalezca sobre otra.
Y dentro de la cosmovisión laicista, hay tres supuestos principales:
Rechazo de lo sobrenatural
El secularismo asume que el mundo material es todo lo que existe. A menudo se rechaza la existencia de una realidad trascendente y sobrenatural, como Dios, en favor de explicaciones más naturales de la vida y el universo.
Relativismo moral
El laicismo tiende a asumir que los valores morales y los principios éticos son subjetivos y construidos culturalmente, negando cualquier verdad moral universal u objetiva que se aplique a todas las personas en todo momento.
Autonomía de la razón humana
El laicismo sitúa la razón y la racionalidad humanas en el centro, dando por sentado que los individuos son capaces de comprender el mundo y determinar el significado o la finalidad únicamente mediante la razón, sin necesidad de revelación divina o autoridad religiosa.
La cosmovisión secularista es un marco predominante, concretamente en Occidente. Y, aunque el laicismo no es necesariamente hostil al cristianismo, sí se opone a la cosmovisión cristiana.
¿En qué se diferencia la cosmovisión cristiana del secularismo?
David S. Dockery escribe en su artículo Shaping a Christian Worldview for Union University:
Una cosmovisión cristiana es una forma coherente de ver la vida, de ver el mundo, distinta del deísmo, el naturalismo y el materialismo (ya sea en sus formas darwinista, humanista o marxista), el existencialismo, el politeísmo, el panteísmo, el misticismo o el posmodernismo deconstruccionista. Una perspectiva teísta de este tipo proporciona orientación y dirección cuando te enfrentas a la espiritualidad de la nueva era o a los planteamientos laicistas y pluralistas de la verdad y la moral. El miedo al futuro, el sufrimiento, la enfermedad y la pobreza están informados por una cosmovisión cristiana basada en la obra redentora de Cristo y la grandeza de Dios.
La cosmovisión cristiana es algo completamente separado de otras cosmovisiones. Sin embargo, sigue siendo inclusiva y holística, ya que aborda los muchos puntos dolorosos y problemas de la experiencia humana.
La cosmovisión cristiana no pasa por alto ningún aspecto de la condición humana.
Proporciona contexto y respuestas a las preguntas más profundas de la vida.
Fundamenta la experiencia humana en la esperanza, en lugar de en la desesperación.
Deja espacio para las dudas y las preguntas, pero proporciona un camino por el que transitar.
A diferencia del secularismo, la cosmovisión cristiana parte de tres premisas principales:
La creencia en lo sobrenatural
A diferencia del secularismo, la cosmovisión cristiana afirma la existencia de una realidad trascendente y sobrenatural.
Como cristianos, creemos en un Dios personal que creó y sostiene el universo, y que los seres espirituales, como los ángeles y los demonios, forman parte de esa realidad.
La fe cristiana considera que tanto el ámbito natural como el sobrenatural forman parte integrante de la comprensión del mundo y de la existencia humana.
La verdad moral objetiva
La cosmovisión cristiana afirma que los valores morales se basan en el carácter de Dios, lo que significa que el bien y el mal no son subjetivos ni culturalmente relativos, sino universales y arraigados en la naturaleza de Dios.
Creemos que la Palabra de Dios, revelada en las Escrituras, proporciona verdades morales objetivas que se aplican a todas las personas de todas las culturas.
Dependencia de la Revelación Divina
El cristianismo reconoce la importancia de la razón humana, pero subraya que la verdadera sabiduría y comprensión proceden de la revelación de Dios.
Aunque la razón es un don de Dios, como cristianos creemos que el sentido último, la finalidad y la verdad se revelan a través de las Escrituras y de la persona de Jesucristo, no sólo a través de la razón humana.

Responder a las preguntas más profundas
En el núcleo de todo ser humano yacen profundas preguntas sobre la vida, el propósito y la realización.
Y todos buscamos las respuestas de diversas formas y a través de distintos marcos.
Tres de las cuestiones centrales en el corazón de la humanidad pueden resumirse así:
¿Por qué existimos?
¿Qué es la “buena vida”?
¿Importan los demás o sólo yo?
La respuesta laicista
Veamos cómo responde a cada una de estas preguntas una visión secularista del mundo.
¿Por qué existimos?
En un marco laicista, la existencia suele considerarse el resultado de procesos aleatorios y naturales, como la evolución y la selección natural.
La vida humana es un producto de la biología y el azar, sin ningún propósito inherente o trascendente. En el laicismo, los individuos deben crear su propio sentido y propósito en la vida, a menudo mediante logros personales, relaciones o contribuciones a la sociedad.
¿Qué es la “buena vida”?
En general, el laicismo define la “buena vida” en términos de felicidad y realización personales.
Esto implica a menudo buscar el placer, la libertad personal, la autoexpresión y el éxito según las propias preferencias. Y puesto que en el laicismo no existen normas morales absolutas, la “buena vida” puede variar de una persona a otra, en función de lo que cada cual valore.
¿Importan los demás o sólo yo?
Con la cosmovisión laicista, las demás personas importan principalmente por constructos sociales o éticos, como el beneficio mutuo de la cooperación y la empatía.
Aunque a menudo se hace hincapié en los derechos humanos y la igualdad, estos valores suelen derivarse de la razón humana, los contratos sociales o los beneficios evolutivos, más que de cualquier ley moral superior.
La importancia de los demás suele estar vinculada al modo en que las relaciones contribuyen al bienestar individual o de la sociedad, más que a un mandato trascendente o espiritual.
La respuesta de la visión cristiana del mundo
Por el contrario, he aquí cómo responde la cosmovisión cristiana a estas tres preguntas centrales:
¿Por qué existimos?
Dentro de la cosmovisión cristiana, Dios creó a la humanidad, en el amor, para la comunión con Él y con los demás.
Nuestra existencia no es aleatoria ni carece de finalidad.
Existimos como partes integrantes del plan de Dios, llevando Su imagen y participando en Su obra redentora en el mundo.
¿Qué es la “buena vida”?
Como seguidores de Jesús, la buena vida se nos presenta en la vida y las enseñanzas de Jesús.
No se centra en el éxito personal, ni en la felicidad, ni en los logros.
Más bien, está arraigada en amar a Dios, amar a los demás y seguir el camino de Jesús. El Sermón de la Montaña (Mateo 5-7) y otros pasajes del Nuevo Testamento insisten constantemente en la importancia del Reino de Dios y de vivir como ciudadanos de ese Reino.
¿Importan los demás o sólo yo?
En la cosmovisión cristiana, cada persona es importante porque ha sido formada y modelada en la imago Dei. Cada persona tiene un valor inherente porque fue creada a imagen de Dios.
Independientemente de la situación socioeconómica, el cargo o la procedencia, toda persona es valiosa y digna de honor y dignidad.
Y las Escrituras ordenan a los seguidores de Jesús que amemos al prójimo como a nosotros mismos y que vivamos nuestra vida al servicio de los demás.

¿Qué visión del mundo elegirás?
A primera vista, el laicismo parece dar cabida a todo el mundo, independientemente de su visión del mundo.
Sin embargo, a medida que profundizas en la visión secularista del mundo, se trata de un marco construido sobre arenas movedizas.
Sus afirmaciones de que la vida es una evolución aleatoria, de que la felicidad personal es la búsqueda definitiva y de que los demás sólo importan para mantener la paz y lograr el éxito personal nos dejan, al final, desesperanzados y llenos de desesperación.
Sin sentido y sin propósito inherente, al final acabamos preguntándonos: ¿importa algo realmente?
Y, si llevas el laicismo hasta sus últimas consecuencias, la respuesta sería: no.
Aunque la cosmovisión laicista es pluralista por naturaleza, sigue careciendo de la capacidad de responder a las preguntas más profundas que tiene cada ser humano.
En su libro El peso de la gloria, el ateo convertido en devoto cristiano C.S. Lewis escribió:
Creo en el cristianismo como creo que ha salido el Sol, no sólo porque lo veo, sino porque por él veo todo lo demás.
La cosmovisión cristiana proporciona la luz con la que ver en las partes más oscuras de la experiencia humana.
Proporciona un contexto para nuestras preguntas más profundas.
Proporciona sentido y finalidad a todas las personas, independientemente de su estatura o estatus.
Es, como describió C.S. Lewis, “el Sol por el que vemos todo lo demás”.
La cosmovisión cristiana proporciona una base sólida y segura para que cualquiera pueda pararse y hacerse preguntas, dudar, buscar y, en última instancia, encontrar la razón de nuestra existencia y el futuro al que nos dirigimos.
Lo que a muchos les parece una forma estrecha y cerrada de ver el mundo es, en realidad, el marco que proporciona las respuestas a las preguntas más profundas de la vida.
Y, aunque el secularismo es una cosmovisión predominante hoy en día, todos podemos elegir a qué cosmovisión nos adscribimos. Todos tenemos que decidir si vemos la vida como algo aleatorio o con un propósito. Todos podemos elegir si vemos la “buena vida” como una preferencia personal o como algo ordenado por Dios.
La elección es nuestra.
Y es una elección que hay que hacer cada día.

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