¿Qué hizo que los primeros cristianos se mantuvieran firmes en medio de la oposición romana?

En la carta anónima conocida como Epístola a Diogneto, el autor escribe sobre los primeros cristianos:

Habitan en sus propios países, pero simplemente como forasteros… Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan sus días en la tierra, pero son ciudadanos del cielo.

Los primeros cristianos eran conocidos por su capacidad de existir entre dos mundos.

El mundo actual, con toda su belleza y su quebrantamiento.

Y el mundo venidero, con toda su gloria y majestad.

Y como los primeros cristianos vivían dentro de estos dos mundos, pudieron resistir el ataque de la persecución y la oposición. Fueron capaces de mantenerse firmes, incluso cuando su fe exigía su vida.

Vivir como ciudadanos del cielo en el Imperio Romano era una decisión calculada. Los primeros cristianos tuvieron que tomarse en serio la petición de Jesús de “contar el coste”. No era una decisión tomada a la ligera, pues el resultado podía conducir a la persecución y, en última instancia, a la muerte.

Carmen Imes escribe en su libro Llevar el nombre de Dios: Por qué el Sinaí sigue siendo importante:

Llevar el nombre de Dios es representarle encarnando sus caminos, especialmente cuando esos caminos chocan con la cultura circundante.

Los primeros cristianos se dieron cuenta de que llevaban el Nombre de Cristo y, por ello, vendría la oposición.

Pero, gracias a su resistencia, los primeros cristianos hicieron avanzar el Evangelio del Reino y sentaron las bases de la Iglesia global de hoy.

Tres formas de oposición romana

Cuando los primeros cristianos navegaron por la vida en el mundo romano, se enfrentaron constantemente a tres formas principales de oposición.

Persecución y martirio

Para Roma, el cristianismo no era sólo un nuevo sistema de creencias.

Era un problema.

No era sólo religioso, era rebelde.

Los romanos lo veían como una desviación peligrosa del orden social y, en última instancia, como una amenaza. Y como resultado, los cristianos pagaron por ello. Algunos fueron encarcelados, torturados, crucificados e incluso arrojados a las fieras en arenas. Nerón, Domiciano y Diocleciano sirvieron para encabezar esta intensa oposición.

Fue un periodo oscuro de persecuciones brutales, en el que muchos cristianos se enfrentaron a sufrimientos indecibles e incluso a la muerte, simplemente porque se negaron a dar la espalda a Jesús.

Exclusión social y marginación

Los cristianos no sólo soportaban amenazas físicas.

Los primeros cristianos se negaron a participar en las prácticas religiosas romanas. Mantenían su fe por encima de todo, incluso cuando ello significaba salirse de las normas de la sociedad. Y la gente se dio cuenta. Se murmuraba de ellos, se chismorreaba e incluso se les acusaba de cosas como el canibalismo, todo por malentendidos en torno a la Comunión.

Eran exiliados en tierra extranjera, pero eso no les impidió caminar por el Camino.

Discriminación legal y confesiones forzadas

Los primeros cristianos se enfrentaron a amenazas legales reales, a veces basadas únicamente en el hecho de que eran seguidores de Jesús.

Algunos dirigentes utilizaron la ley para obligar a los cristianos a “demostrar” su lealtad sacrificándose a los dioses romanos. Y negarse a cumplirla significaba a menudo castigos brutales o incluso la muerte.

Para algunos, la presión era insoportable.

Para algunos, la presión era insoportable.

A veces se torturaba a los cristianos para obligarles a renunciar a su fe o a traicionar a sus hermanos. Era una estrategia diseñada para quebrantar el espíritu de la Iglesia primitiva y derribar la unidad que constituía su fuerza.

Cómo se mantuvieron firmes los primeros cristianos

Incluso frente a una intensa oposición, los primeros cristianos se mantuvieron firmes en la fe. A pesar de la persecución, la traición, las mentiras o las amenazas, los cristianos perseveraron en el Camino.

Y lo hicieron a través de:

Fe en la Resurrección

No veían la muerte como el final, sino como una puerta a algo más grande. La resurrección de Jesús significaba que el sufrimiento aquí no era el final de la historia. Y esta esperanza caló hondo, dándoles valor para enfrentarse a cualquier cosa que Roma pudiera arrojarles.

En su libro Evangelismo en la Iglesia primitiva, Michael Green escribe:

La resurrección era la proclamación central de los primeros cristianos. Creían en ella, la vivían y estaban dispuestos a morir por ella.

Con la eternidad en su punto de mira, no temían perder la vida porque sabían que su recompensa estaba con Jesús.

La presencia del Espíritu Santo

Para los primeros cristianos, el Espíritu Santo no era sólo una idea.

Era la presencia viva y palpitante de Dios que les daba fuerza cuando todo lo demás a su alrededor se derrumbaba. Jesús había prometido que el Espíritu les daría poder para ser Sus testigos, y cumplió esa promesa.

Los primeros cristianos no confiaban en su propio valor.

Se inclinaban hacia algo mucho más grande.

Cuando se enfrentaban a dificultades, lo hacían con una alegría que no tenía sentido para el mundo exterior. Podían resistir porque tenían a un Ayudante con ellos, que les guiaba, les fortalecía y les llenaba de una audacia que nunca podrían tener por sí solos.

Como escribe Michael Green en su libro Treinta años que cambiaron el mundo: El Libro de los Hechos para hoy:

Los primeros cristianos dependían totalmente del Espíritu Santo. Él era su guía, su fuente de valor, su medio de discernimiento y la fuerza motriz de su intrépido evangelismo.

Un fuerte sentido de comunidad

Los primeros cristianos se apoyaban unos en otros, formando comunidades muy unidas que iban más allá de reunirse una vez a la semana.

Eran familia.

Hechos 2 nos da una idea de su ritmo:

Se entregaban a la enseñanza de los apóstoles y a la comunión, a la fracción del pan y a la oración. Todos estaban asombrados de los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles. Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común. Vendían propiedades y posesiones para dárselas a quien las necesitara. Todos los días seguían reuniéndose en los atrios del templo. Partían el pan en sus casas y comían juntos con corazón alegre y sincero, alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a su número los que se iban salvando. (Hechos 2:42-47)

Cuando uno necesitaba curación, los demás rezaban. Cuando uno sufría, los demás se unían a él. Cuando uno estaba necesitado, los demás llenaban el vacío.

Aunque hubo pruebas y presiones del exterior, los primeros cristianos se mantuvieron firmes como familia de Dios.

Compromiso con las enseñanzas de Jesús

Para los primeros cristianos, las enseñanzas de Jesús supusieron una forma totalmente nueva de vivir.

Amar a sus enemigos, servir a los demás e incluso ver la persecución como una bendición no eran cosas fáciles de hacer, pero fue así como Jesús les mostró que debían responder.

Se tomaron en serio la llamada de Jesús: “Tomad estas palabras mías y ponedlas en práctica”. (Mateo 7:24 NVI) A pesar de la persecución y la oposición, los primeros cristianos siguieron poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús, modelando una nueva forma de vivir.

Cuando el mundo se opuso, no lo hicieron con más fuerza. En lugar de eso, eligieron la paciencia, la gracia y el amor. Ese compromiso de vivir como Cristo, incluso frente a la oposición, les dio una fuerza y una resistencia constantes.

El ejemplo de los mártires

El antiguo teólogo Tertuliano dijo:

La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia.

Las historias de mártires como Esteban, que miró a los ojos a sus asesinos y los perdonó, o Policarpo, que se negó a dar marcha atrás en su fe, se extendieron como un reguero de pólvora por la comunidad.

Fueron poderosos testimonios de valor y convicción.

Cuando una persona estaba dispuesta a darlo todo, recordaba a todos los demás para qué vivían. Estas historias les dieron fuerzas para enfrentarse a sus propias luchas, demostrándoles que, costara lo que costara, permanecer fieles merecía la pena.

Mediante la fe, el Espíritu, la comunidad y el ejemplo de quienes les precedieron, los primeros cristianos se mantuvieron firmes. Y su perseverancia sigue inspirando a los seguidores de Jesús a permanecer firmes ante las pruebas, confiando en la presencia y el poder del Espíritu de Dios.

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